CON LA RAÍZ MÁS ALTA QUE LA RAMA.

(En torno a Julio Alfredo Egea)

Editor-coordinador Pedro M. Domene

Grupo Literario BATARRO, 1999

 

De " Julio Alfredo Egea, Memoria poética" por Pedro M. Domene

Recorrido por semblanzas y opiniones críticas.

         

Este libro contiene un conjunto de poemas inéditos del escritor, una extensa entrevista del coordinador, y semblanzas y comentarios críticos de su obras, de unos cuarenta autores, entre profesores y poetas, no faltando los que han seguido su trayectoria de forma más continuada. Atendiendo al carácter simplemente orientador de la página, la muestra se reduce a la entrevista y a algunos fragmentos de la obra.

 

 

JULIO ALFREDO EGEA, MEMORIA POÉTICA

Pedro M. Domene

 

Estimado Julio Alfredo, para empezar, ¿cómo debe identificarse el poeta con su memoria poética?

 

Esta pregunta ha estado siempre en mi y ha sido contestada, de algún modo, a través de la mayoría de mis libros, sobre todo en los que contienen más elementos autobiográficos. El almacenaje de situaciones relevantes, en el subconsciente, por un pasado emocional, desde el descubrimiento personal de la vida, de la niñez y la juventud, en continuidad a través de la historia de todo hombre que mantiene su capacidad de curiosidad por el mundo, crea una especial antología de sensibilidades en el hombre poeta. Creo que el poeta guarda su memoria de una manera muy particular, sublimada o dramatizada, enriquecida por resortes imaginativos sin por ello falsearla, quedando en el subconsciente hecha embrión de poema. Esto es lo que podríamos llamar memoria poética.

Creo que la custodia y el uso de los recuerdos, junto a las cualidades de observador extraordinario de la realidad, viendo matices que otros no ven, y que permiten llegar o aproximarse a la esencia de las cosas, constituyen las cualidades innatas, en desarrollo a través del tiempo, necesarias en todo verdadero poeta.

 

Hace casi diez años yo le preguntaba si su recorrido como poeta había sido la de un solitario corredor de fondo, ¿cómo ve ud., hoy este sentimiento tras una importante obra a sus espaldas?

 

Supongo te diría algo parecido a lo que ahora te digo, aunque haya pasado una década de versos y prosas, con la sucesión de gozos y sufrimientos que ese largo período de creación representa. El poeta siempre es un ser solitario, tiene que ser un ser solitario, tanto el que vive en un pequeño pueblo como el que habita en una gran ciudad con tertulias y ambientes literarios. La auténtica satisfacción del poeta —borrando posibles frivolidades narcisistas, a las cuales yo no me siento inclinado— es la que nos da el momento mismo de conseguir el poema, y el saber que alguien, en algún sitio, un amigo o un ser anónimo, lo hará suyo, ampliará su posible capacidad de sugerencia, estará unido a nosotros en comunión de sentimientos.

Aparte de esa soledad necesaria en los procesos creativos, que casi siempre se prolonga de forma no querida en los procesos de publicación y sus derivados, en aspectos afectivos nunca estoy solo. Tengo una riqueza infinita de amigos que me acompañan con cartas y palabras; de manera extraordinaria mis incondicionales amigos almerienses y granadinos, de esos dos espacios que alterno en mi vivir. El aliento, el calor humano de ellos —entre los que os encontráis el grupo «Batarro»— constituye un sustento espiritual y una seguridad de apoyo para seguir la marcha. Siento tremendamente la ausencia de los que —por razones de la edad que voy alcanzando—se me van muriendo, la ausencia y el vacío que van dejando en mi corazón.

 

La crítica  ha definido, de alguna manera, las claves de su poética en: amor, hombre, naturaleza, muerte, intrahistoria, ¿en qué medida asume esas claves?

 

Mis temas son los temas de todo poeta, de todo ser humano; no hay otros. La peculiaridad consiste en la manera personal de sentirlos y en el estilo o forma de expresarlos, también en cierto orden de preferencia que se establece tan sólo por instintos del sentimiento.

El tema del ser humano ocupa en mis libros un lugar principalísimo, desde los comienzos de mi labor. Empieza en «Ancla enamorada», trayendo a los versos seres marginados, a los cuales intento instalar —dentro de la exaltación poética—en paraísos compensadores. A partir de ahí ya sería una constante en mi obra, constituyendo la unidad temática de varios libros: «La Calle» (el respirar desvalido de un pueblo en difíciles tiempo pasados), «Valle de todos» (plegaria dentro de una llamada a la reconciliación, mediada una larga posguerra que parecía infinita), «Desventurada vida y muerte de María Sánchez» (sobre la prostitución, ese desamor, esa manera de esclavitud continuada a través de los tiempos), «Bloque Quinto» (sobre la deshumanización en las grandes ciudades), etc.

El tema del amor va unido de forma inseparable al tema del hombre, de España, de la naturaleza...; es el motivo para abordar tales temas, en múltiples aspectos. Una derivación íntima y personal constituyen los versos inspirados en la mujer amada, en mis circunstancias familiares. Sólo el amor debería de mover el mundo, ser eje, principio y fin de todo.

Es indudable que la naturaleza es otro tema fundamental en mi obra. Creo importantísimo para cualquier autor entrar en comunicación y conocimiento profundo con el mundo natural; es la naturaleza el auténtico complemento de nuestro ser, y quien no la conoce en lo posible, y la ama en toda su complejidad, quizá ignore la pobreza en que se encuentra, la limitación de miras que ello supone. Me entristecen esos poetas exclusivamente ciudadanos —asfalto, taxi, teléfono, avenida— que se consumen entre sus narcóticos y amoríos. Ello no quiere decir que yo no ame a las ciudades, a las de España y a muchas del mundo, por las que siento preferencia: Praga, Río, Brujas, Nueva York, Lisboa, Taxco, Venecia, Buenos Aires...

La naturaleza es un tema que irremediablemente se introduce como una yedra por entre todos mis versos y mis prosas, y es motivo principal de algunos libros: «Arqueología del trino», «Puesto de Alba», «Alrededores de la sabina», siendo una clara preocupación ya antigua, como puede verse en mi viejo libro para niños, «Nana para dormir muñecas».

España, Andalucía, mi tierra y mis raíces están en mi poesía... ¿cómo no...? Están de forma especial en algunos libros: «Piel de toro», «Museo», «Valle de todos»... En ciertos aspectos quizá sea acertado que algunos de los que han escrito sobre mis cosas hablen de intrahistoria, como lo hizo por vez primera el inolvidable profesor Arturo Medina, en prólogo a mi primera antología, que recogía una amplia muestra de los primeros veinte años de mi quehacer. El historiador, a veces, se pierde en aluvión de dinastías y batallas, y no ve los rincones decisivos de una encrucijada. Poco aporto yo en estas cuestiones, sólo el intento de algún verso por desbrozar la historia, o la sospecha, a veces, de que una leyenda que acumuló adornos del pueblo en cuanto a llegar a la esencia misma de los hechos, puede tener tanta importancia como un frío trabajo realizado con rigores científicos.

El otro tema que se incluye en esta pregunta es el de la muerte, que aparece por páginas de todos mis libros. ¿Cómo evitarlo? Todo hombre tiene presente su último destino, el poeta, aunque sienta momentos de felicidad entre los gozos del amor y la naturaleza, no puede olvidar su destino entre la nada del derrumbe o una esperanza de liberación.

 

En este sentido, vida-verso, ¿hasta dónde puede llegar la responsabilidad del poeta?

 

A partir de «Ancla enamorada» me siento responsable de todos mis libros, aunque alguno de ellos me gustaría que estuviera escrito de otra manera. La saludable dinámica del aprendizaje que no cesa, y la evolución del pensamiento a través del tiempo, hace que muchos pensemos así al revisar nuestra obra pasada. Admito posibles errores y defectos, pero los acepto como míos por haberlos escrito con voz propia, mejor o peor pero mía, y por su autenticidad, la sinceridad de sentimiento que puse en ellos. No me siento poeta perfecto, no pretendo serlo, ni pretendo establecer mi verdad absoluta; quiero ser poeta como soy hombre, con todas sus consecuencias.

En cuanto a lo mucho que tiene algunos de mis poemas de protesta contra una sociedad que no me gusta, he pensado, en ocasiones, si mi grito en rebeldía, el dolor junto a los que sufren, el clamor de mis versos al sentirme solidario... ¿no habría sido más eficaz expresado de otra manera? Ya sé que los poetas no podemos cambiar nada de forma espectacular, que nuestra voz se sentirá vencida por los egoísmos y la superficialidad circundante, que no es lo nuestro dar consejos morales ni redactar programas redentores. Pero... ¿quién sabe...?, quizá nuestra poesía, humildemente, contribuya un poco a ir formando una conciencia hacia un futuro posible, en la paz y el amor. 

Es cierto que se canta lo que se pierde o lo que duele profundamente, y esto está claro en gran parte de mis poemas. Tengo la tranquilidad de haber tenido el alma de par en par, sin secretismos ni decorados artificios. Si de algo no se puede dudar es de eso y de mi voluntad de entrega.

 

Ud., nos hablaba de sus claves poéticas, pero en realidad y a juicio propio, cuatro son los temas que vertebran su obra en general: amor/hombre/naturaleza/ diálogo con Dios, ¿estaría reflejada toda la humanidad en esta especie de síntesis poética?

 

Esos, como he dicho anteriormente, son mis temas, y aunque predominen unos u otros en los diversos poemarios, en realidad se entrecruzan y son afluentes entre sí, ellos y sus derivaciones. Contestando a una pregunta anterior de este cuestionario ya hablé de esos temas, exceptuando el de Dios que se incluye en esta pregunta. Por ello me limitaré a esa faceta de mi obra.

En primer lugar he de decir que la creencia en Dios es para mi un sentimiento. Se siente o no se siente el hecho religioso, y no sabríamos explicar por qué motivo es rechazado o aceptado por los hombres, por qué en unos se da este sentimiento que lleva a la fe y en otros no.  Está claro que siempre hay palancas circunstanciales que mueven a cada opción personal y, envolviéndolo todo hay un gran misterio. 

Poemas esencialmente religiosos hay pocos en mi obra. Ese libro de los sesenta, «Valle de todos», de súplica a Cristo, como punto de partida pidiendo necesarias reconciliaciones, algunos sonetos de los años cincuenta, y un libro «Sala de espera», rotundamente cristiano; un intento de aproximación a la figura de Cristo a través del Evangelio. Me siento cristiano por convencimiento; también, en principio, por haber nacido dentro de esta cultura, aunque hay que desconfiar un poco de todo lo heredado, aceptando esos legados después de un filtrado por nuestra conciencia. Cristo como asidero personal y como vínculo de hermandad entre los hombres. Quiero ser cristiano sin adherencias o añadiduras de los hombres a través de los siglos. La operación de limpieza hacia la pureza de la Palabra la emprendió el Concilio Vaticano II, debe continuar algún día...

 

Varios de sus libros hablan de marginación y deshumanización en el mundo actual, ¿sería necesaria una nueva espiritualidad para solucionar algunos de estos problemas o lacras de la actualidad?

 

Marginaciones, explotaciones, drásticas deshumanizaciones las hubo siempre; el bien y el mal siempre estuvieron en la historia del hombre. A veces el mal se agudiza por territorios, en unos u otros períodos del mundo. Pertenezco a esa raza de ingenuos que siempre está creyendo que el mundo va a cambiar en un futuro inmediato, mejorando todo y para siempre. ¿Cómo imaginar, después de los grandes sufrimientos de la Humanidad durante el siglo que acaba, que aún en sus finales se emprendan nuevas guerras y sigan en su crudeza los problemas del racismo, marginación, abuso de poder, desamparo...? Concretamente en un caso, ¿cómo entender la actual, compleja y tremenda situación del conflicto de Kosovo?

El remedio sólo puede venir del mismo corazón del hombre. Una de las medidas debe de consistir en educar a los niños y a la juventud, en todo centro de enseñanza, para que sean personas dignas, anteponiendo esto a cualquier enseñanza de temas técnicos, asumiendo como herencia lo bueno en cuanto a generosidad, idealismo y respeto a valores fundamentales que había en generaciones anteriores; estudiando la parte triste de las historias, el fracaso personal y universal a que llevan los desamores del hombre con el hombre. Consiguiendo volver a una espiritualidad perdida, considerada también en el aspecto religioso; viviendo lo que hay de positivo en las grandes religiones, venciendo la tentación de dogmas excluyentes e integrismos feroces que tanta desgracia siempre trajeron a la Humanidad. Creo que, en general, el vacío espiritual está llegando a cotas altas, y ese vacío que produce la búsqueda de la felicidad por caminos equivocados, puede llevar al hombre hacia seguros asideros. Tengamos esperanza en que el nuevo siglo que se avecina sea un siglo de hermandad entre los hombres.

 

El poemario, Los regresos (1985), que ofrecía un nuevo lenguaje, con un humor y una ironía sugeridas, pareció iniciar una nueva etapa en su producción, ¿qué hay de todo esto en ese libro?

 

Hay poetas de un sólo libro; toda su obra es el mismo libro continuado. Yo estoy entre los que intentan, cada vez que inician un poemario, hacerlo distinto a los anteriores. No me refiero sólo a la temática, claro está, me refiero a su conjunto, incluida de una manera muy especial la forma, intentando conseguir lo que podríamos llamar «personalidad» del conjunto de poemas agrupados, admisible siempre que ese algo que lo hace distinto no confunda la identidad de estilo, que es lo que nos hace sentirnos diferentes y reconocibles por los demás sin necesidad de recurrir a la firma.

También había un nuevo giro en la temática de este libro; sin desentenderse de la preocupación social e inmediata que había desarrollado en obras anteriores, pero dando paso a mis vivencias personales, inmersa en los grandes temas, dentro de espacio y tiempo, de escenarios concretos y experiencias determinadas. Esto, junto a algunas de las muchas vivencias de mi pasión viajera —que conseguía su plena actividad dentro de esa década de los ochenta— y la admisión en el poema de elementos de humor, dando paso a la ironía, quizá resultado de contemplar la vida desde perspectivas más amplias, es lo que le da al libro cierta unidad, al margen de la temática que es variada. También hay que anotar la introducción en algunos poemas de elementos procedentes del sueño, de la existencia de una carga onírica, en acarreo de sueños sublimados.

 

Insistiendo en este aspecto, durante estos últimos años una de sus preocupaciones mayores ha consistido en explorar los rendimientos expresivos del lenguaje, algo que se ha concretado en el ofrecimiento de imágenes y símbolos formales de espléndidos poemas.

 

La evolución es un proceso natural que se va dando sin necesidad de provocación. Es consecuencia natural de nuevas etapas en la vida: nuevas lecturas, visiones del mundo desde otras perspectivas ..., todo esto junto al deseo constante de cambio que debe ser común a todo artista.

Para mí un libro de mis principios, aún conteniendo defectos propios de la inexperiencia, no es peor o mejor que los más actuales. Aquellos libros respondían a mis saberes y sensibilidades del momento en que los escribí, y esto es muy importante. Siempre he querido ser fiel a mi inspiración, a mi momento emocional. Nunca aspiré a ser perfecto, sabiendo lo que ello tiene de utopía y la frialdad a que el perfeccionismo puede llevar. El amor a la palabra siempre lo he tenido: cada palabra tiene para mí un sabor, una riqueza sugerente de significados en su grafía, un particular sonido al pronunciarla, con capacidad y eficacia, desde acariciar hasta herir. Estar enamorado del lenguaje creo que es base de los gozos del escritor y lo compensa del dolor inevitable que se produce en el proceso creativo.

Para mí es importante el ritmo interior de la composición, aunque en aparentes descuidos se derrame en flecos de libertad, es imprescindible la belleza traducida en imágenes, el simbolismo, el poder de sugerencia, la sorpresividad... Sin eso no hay poesía. Antes, la falsa poesía se amparaba mucho en la rima y las gentes confundían al poeta con el mero versificador. Ahora también es así, pero se amplió el engaño. En los miles de libros de cada año se publican, de falsos poetas, algunos encumbrados por circunstancias extraliterarias —política, poder sobre los medios de comunicación, empuje de algunos críticos de facción— la falsedad está en que sus versos no contienen elementos mencionados para llegar a ser poesía. El desconocimiento de lo que la poesía es y significa seguirá alimentando para mucha gente, continuando el engaño.

Yo, con mi humilde quehacer, pretendo estar entre los poetas auténticos de mi «generación de los 50» —que son muchos y extraordinarios—, quisiera estar entre ellos, aunque fuera entre los últimos de la fila.

 

Los asombros (1996) nos ofrece un nuevo giro en su obra. Este poemario es una especie de combinación  prosa/poema, una simbiosis que parece ilustrar y completar esa visión que sugiere el verso como tradición de los asombros de nuestra existencia misma.

 

En primer lugar voy a manifestar lo ya sabido: que la poesía puede escribirse en verso o en prosa. Ahí están para demostrarlo estupendos textos de grandes poetas: Juan Ramón, Cernuda, Lorca, Rosales ..., por nombrar tan solo algunos de próximas generaciones a la mía. Hubo poetas que sólo se manifestaron en prosa, y quizá nuestro ejemplo mejor sea Gabriel Miró. Para mí, la mejor prosa de los no poetas es aquella que más se aproxima a la poesía.

La forma de Los asombros —prosa-poética-verso—, conformando cada uno de los poemas, fue elegida sin premeditación, de manera casual. Pensé escribir el libro en prosa, me distraje hacia el verso —quizá por un mayor oficio de ello— y pensé continuar en esa combinación, pretendiendo conseguir unidad en cada poema, sin que ninguna parte fuera explicativa de la otra, aunque sí complementaria. Esto entra dentro del deseo continuado de intentar darle entidad propia a cada poemario. Los poemas están basados en el recuerdo de los descubrimientos de la vida, sobre todo los de niñez y adolescencia que son los más firmes y expresivos en ese sentido. La facultad de sorprenderse, no perdida con el paso de los años, necesaria en el poeta, que va formando, a través de las edades del alma, un «mágico equipaje de otoño», título que pensé en un principio dar al libro, en la convicción de que la poesía es, entre otras muchas cosas, la traducción de los asombros.  

 

Enlazando con la pregunta anterior, ¿qué importancia le otorga a la prosa en el conjunto de su obra?

 

Mi prosa está escrita desde mi condición de poeta. Creo que casi siempre que el poeta se lanza a la novela (ahora son muchos y algunos excelentes) con el apoyo del oficio, intentando desentenderse en lo posible de su condición, lo hace por motivos de mayor publicidad y distribución del género, ventajas muy unidas a miras comerciales. Me parece bien pero no es lo mío, nunca intenté tal cosa. Me gusta el relato corto, el artículo, la semblanza..., que tienen un proceso de espontaneidad y condensación parecida al poema. 

 

Su primer texto en prosa publicado data de 1984 y se tituló, Plazas para el recuerdo, la evocación de algunos rincones pintorescos de una Granada nostálgica. ¿La narrativa completa en Ud., esa visión del mundo que debe tener el escritor?

 

Esa breve obra fue un encargo para una colección monográfica sobre el Albaicín. Colección de recuerdos, de plazas y personas de ese barrio en el que tanta vida hice, al que tanto amo.

El interés por conocer el mundo deber ser una constante en el poeta. En mí ha sido muy grande y lo sigue siendo: interés por personas, ciudades, culturas, naturaleza... He sido viajero a lo largo de la vida por mis entornos próximos, por este hermoso país en que me ha tocado vivir y por una gran parte del mundo. No soy escritor de libros de viajes; muchas de mis experiencias están por contar, pero puede rastrearse a través de mis libros en prosa o verso la influencia o consecuencia de mi vivir viajero, a veces de forma concreta, otras tras veladuras en los territorios del poema.

 

¿Puede ser considerada La rambla (1986) como la última vuelta del camino, como esa necesidad de contar simples apuntes biográficos o quizá como algo más?

 

La Rambla es mi libro con más elementos biográficos. Sus capítulos son retazos de mi biografía como poeta y como hombre, que un día sentí deseos de escribir, y las razones de tal deseo las explico brevemente en su introducción. Una advertencia si quiero siempre hacer sobre mis obras de contenido biográfico: una cosa es lo vivido, lo que proviene del recuerdo de mi vivir, y otra lo que en ocasiones introduzco de mi obra imaginativa por la relación que pueda tener con el texto biográfico. Siempre advierto la distinción en prólogos o en añadidos al propio relato. 

La Rambla, libro en el que se centra esta pregunta, contiene tres partes muy diferenciadas. Una de recuerdos de infancia y juventud, de la historia de mi trayectoria literaria y humana. La segunda parte es muy distinta y en ella recojo algunos episodios, con cierto carácter esperpéntico, de mi largo itinerar por fiestas literarias. Siempre me quedan más en la memoria las situaciones humorísticas que los posibles momentos solemnes de esos actos, y quizá sólo he querido divertir a mis amigos escribiendo cosas que ya les había contado, aunque dejé varios capítulos sin publicar porque trataban de situaciones en que me encontraba con compañeros muy conocidos, y al intentar reírme de situaciones ridículas en que habíamos caído, también quedaban en ridículo ellos. Todo el mundo no tiene la facultad de reírse de sus propios actos.

La tercera parte intenta ser una recreación de temas principales de mi poesía desde un impulso emocional; una especie de pequeña antología sobre esas temáticas, acompañados los poemas de la parte anecdótica, vivencial, que los originó. Algunos lectores han querido ver en ello, en el procedimiento, un anticipo de esa combinación prosa-verso que después iba a estar en Los Asombros.

 

La caza y el paisaje, que es su otra gran vocación como hombre, se convierten en el tema dominante de sus dos últimos libros, Puesto de alba y quince historias de caza (1996) y Alrededores de la sabina (1997), ¿es quizá esta su manera de ofrecer su otro gran amor a la naturaleza o más bien se trata de dar rienda suelta a unos sentimientos, ahora en forma de narración?

 

Mi amor al campo, la comunicación con la naturaleza a lo largo de la vida —comunión y conocimiento—, como ya he dicho anteriormente, ha estado siempre en mi obra. La caza, que practiqué casi desde niño, en todas sus modalidades, dentro de la posibilidad natural que he tenido a mi alcance, es una de sus consecuencias.

La caza es una vieja pasión que todavía puedo mantener dentro, de las limitaciones de la edad, y que es justo tuviera algún recuerdo en mi obra. Esto en lo referente al libro Puesto de alba... Las dotes de observador que me han servido como poeta, son las mismas que me han servido para la caza y para el conocimiento profundo de la naturaleza. Esas dotes, aplicadas al interés por nuevos descubrimientos de otros paisajes y sus peculiaridades, ha sido una de las dimensiones enriquecedoras de mi otra gran pasión, los viajes; aunque hablar tan sólo del paisaje entraña esa visión fotográfica y superficial propia del turista, distante de la mirada del viajero.

El otro libro, Alrededores de la sabina, es el intento de pagar una vieja deuda con mi tierra, un homenaje a mi extraordinaria comarca de los Vélez, vista en toda su complejidad, aunque se trate de breves semblanzas y, sobre todo, es un homenaje a la naturaleza tan llena de contrastes y bellezas de su Parque Natural.

 

¿Se trata, pues, de una especie de cuaderno de contemplación que ha ido elaborando a lo largo de su vida?

 

El relato que pone fin al libro sobre la caza, imaginativo, aunque ajustado al ambiente y peripecias de la caza de la perdiz con reclamo macho, lo tenía escrito desde hace muchos años. Escribir esas historias de caza que ocupan la mayor parte del libro, fue como un recreo de la memoria, disfrutando en el recuerdo, y pensé añadirle ese viejo relato que mantenía  inédito y en el que intento buscar un paralelismo entre la conducta de las perdices en época de  celo amoroso y una tragedia humana dentro de esos ambientes, con instintivas pasiones coincidentes.

El libro sobre la comarca lo había escrito poco antes de su publicación. Pues sí, se trata de una especie de cuaderno de contemplación , pero no escrito, acumulado en la memoria con lo que aprendía desde tiempos de niño, día a día. Escribirlo fue como un paseo por mis escenarios naturales, por la belleza de los pueblos, en un recorrido gozoso.

 

¿La sabina es realmente un árbol tan maravilloso como se describe en su libro?

 

La sabina, ese árbol milenario que pongo como centro de mi relato sobre los Vélez, es único, sin par en mis territorios, y para mi tiene la singular importancia de ser uno de mis árboles de toda la vida. 

No es un árbol espectacular, como hay otros en la comarca: encinas centenarias,  los plátanos del paseo de mi pueblo..., pero a mí me estremece pensar en la historia que ha pasado bajo sus ramas, su aparente juventud milenaria frente a lo efímero del existir humano. También tiene una especial importancia para mí, porque busqué su sombra y acaricié su tronco desde niño; una razón de amor. Entre los muchos árboles que amo es mi predilecto.

 

Después de este repaso por parte de su vida y de su obra ¿Hay un inequívoco camino de búsqueda hacia el Sur en todo ser humano? Y si es así, ¿dónde estaría ese Sur?

 

Creo que el disfrute de un oasis es mayor en intensidad que el de un extenso paraíso continuado. Esto lo aprendí en viaje por infinitos desiertos, y los desiertos siempre están en el Sur, al menos en el sur de los nortes. Estuve en el sur de muchas tierras hermosas y desvalidas, y me sentí más humano, más fraterno con el hombre y la tierra que en los nortes exuberantes.

Me siento profundamente mediterráneo, que es sentirse sureño de privilegio, y aún busco mi Sur ideal, quizá sólo existente en el sueño, en los ensueños. Los atractivos del Sur, en su apariencia de definitiva llegada o de aventura, son de alguna manera comunes a todo ser humano. Los últimos versos que escribo van hacia ese tema, hacia un sur entresoñado y vivido.

El Sur definitivo, en sus oasis, debe ser Dios.

 

Y a estas alturas próximos a un final de milenio, ¿puede considerarse la poesía como el camino seguro para constatar que el arte de la belleza se encuentra en este mundo?

 

El arte de la belleza, sin lugar a dudas, es la consecución de la poesía, en su más amplio sentido, como fondo válido de cualquier actividad creativa del hombre.

Tenemos en el mundo, trasmitido y enriquecido a través de generaciones —como un maravilloso río que no cesa— un enorme legado de belleza que nos sustenta y enriquece. ¿Qué sería de la vida sin esa herencia de la creatividad del hombre a través de los siglos?

Yo, pensando en todo esto, dentro de la humildad de mi labor, me siento estremecido en mi condición de poeta.

Ahora, con los años, me siento como una marino que, en regreso de borrascas y batallas, se sienta frente al mar para meditar, y los versos me salen quizá menos densos, con la desnudez de una ola en mansedumbre, quizá con urgencia de inventario, en espera de un último horizonte, del último verso.

               

RECORRIDO  POR SEMBLANZAS Y OPINIONES CRÍTICAS

 

 “Conocí a Julio Alfredo Egea en la primavera de 1998, mientras en las bibliotecas portuguesas celebrábamos, como habitualmente, el Día del Libro y la Revolución del 25 de 3 abril de 1974; significa esto que, durante una semana, hacemos una especie de fiesta non stop en la que el libro y la libertad son los temas dominantes de coloquios, recitales, conferencias etc. El director de la Biblioteca de Andalucía, Jerónimo Martínez, había propuesto un intercambio de escritores para esas fechas, Así vino Julio Alfredo Egea desde la distante Andalucía hasta el frío Minho, regalándonos con la generosidad y la simplicidad que le son características una semana de inolvidables recitales de poesía. La verdad es que durante su pasaje por Portugal, en las salas de lectura de sus bibliotecas o en sus auditorios, en ambiente de trabajo y fiesta, el poeta supo leernos textos cuya musicalidad transcendió largamente las fronteras de la lengua, permitiendo a los afortunados usuarios de varias bibliotecas portuguesas el conocimiento de un excelente autor que, desde lejos, habla al alma y al sentir de nuestra gente.”

Manuela Barreto Nunes

 

“Tiene tu poesía, Julio Alfredo, la verdad de la palabra porque está dicha con voces de latidos. Y porque todo eso es así y has seguido el norte de la voz, has podido decir y seguirás diciendo lo que las voces al oído te decían y te dicen, pero lo hermoso del hecho; que saben a ti, estilo y alma tuyos y a la sola vez.

 Espero otro Madrid, Marrakech, Granada, Nueva York, , Almería o Huelva para vernos. Que Dios te guarde en poesía esencial porque en ella está tu contenido y tu perfume...”

                                               Odón Betanzos Palacios

 

“El puro adolescente se asomaba a la vida y, descubrió unos versos –libres- donde ardía una nueva poesía, una exquisita manera de sentir y de estar en la tierra, una humanidad que se daba en amor y autenticidad. ¿Quién era aquel poeta, aquella voz donde temblaba y respiraba el mundo? Julio Alfredo Egea: aquel nombre, aquel hombre, se fundiría a mi ser ya para siempre.

Julio va en busca de un mundo posible por vivido y respirado y, sobre todo, en busca de un impulso permanente que alce al hombre. La poesía de Julio es, pues, un diálogo de civilizaciones  y, ese movimiento universal se agranda gracias al espíritu viajero del escritor, repartido por continentes y círculos de amigos, que prolongan la vida y la alegría.”

                                               Juan José Ceba

 

“Julio Alfredo Egea, al igual que los poetas a los que más arriba cité, aceptó el reto de la poesía social y la ennobleció fundiéndola  en sus geórgicas. Toda la poesía de Julio Alfredo no es más que la autobiografía de un hombre de campo.

                                               Aquilino Duque

 

“Qué versos los suyos  -entre tantos otros- en los que expresa como descubrió la naturaleza de su paisaje. En aquellas cuarteadas y pedregosas tierras, atormentadas por la sequía, la sed es tanta que una mañana quedó suspenso al contemplar que las mariposas bebían en los ojos de un caballo: “Volaban mariposas/ por el ojo profundo del caballo, bebían/ en un cerco de lágrimas...” No conozco imagen más hermosa -en su patetismo- en la memoria de aquel territorio, ni símbolo más exacto y conmovedor de la supervivencia. Es esto su obra; un entrecerrar los ojos para captar el más íntimo pálpito de la existencia y un abrir de par en par el alma para penetrarse del milagro de la vida. Julio Alfredo...¡tantas cosas!

                                                                              Antonio Enrique

 

“Toda una imaginería del sentimiento y  el abrazo, de la sustancia del alma, está sembrada en estos versos que son como besanas. En ellos alzan su estatura la rosa y el trigo, y el sudor como promesa de futuro, y la sangre que circula por las venas y se transfunde en abrazos. Una poesía que apunta a la emoción del esfuerzo, a las metas del logro compartido, a la pasión por la tierra y sus criaturas.”

                                                                              Pedro Felipe S. Granados.

 

“Sé, faltaba más, de su valía inapreciable en muchos quehaceres. En el arte de escribir, tanto poético como narrativo, incluso en el manejo autobiográfico, donde su letra es tan despejada, firme y pulcra como en sus poemas y relatos. Sé bien del oráculo o respuesta hacedora que es Julio A. Egea, el don ubicuo que nos merecemos o la ofrenda ejemplar que nos inspira”               

                                                                              Francisco Izquierdo

 

“En Madrid también..., y en la colección “Adonis,” cuando yo ya vivía en esta ciudad, apareció “Repítenos la aurora sin cansarte”( 1971 ), uno de sus más hermosos libros y, sin duda, el más bello título. Nuestra amistad y mi admiración por su ya afianzada obra poética se consolidaron a partir de entonces, en Granada, en Almería, en Madrid...

                                         Jacinto López Gorgé

 

“Dicen que el viejo poeta , nacido en Chirivel, estaba hecho a huronear sencilleces, y así escarbaba en la vida, como ausente de si mismo y rebuscando esencias...”

                                     Carlos Muñiz Romero

 

“La geometría lírica y humana del poeta en cuestión  podría esquematizarse en tres vértices principales que, lógicamente, se podrían ir atomizando en sucesivas armonías: la integridad, la generosidad y la armonía desde su fina perspectiva del humor. La primera es vertebral y fundamenta su sentido solidario en referencia al hombre marginado. El vértice segundo incardina su esencialidad humana, rio fluyente en habitual desbordamiento de prodigalidad y de altruismo, de nobleza y merced en todo aquel que toca a su ya abierta puerta confiado en la cálida luz de su morada.  ¿Hasta dónde resulta aconsejable el volcán de la ironía? Julio conoce el límite; sabe hasta cuando resulta conveniente el periodo de erupción, porque la ironía, que le es consustancial, no es cuestión de razón, sino de sentido común. Su magisterio es ejemplar en esta trascendente asignatura.”             

                                                                   Domingo Nicolás

 

“En el poeta abrumado por el dolor del hombre, de los otros hombres, confluyen el amor y la mirada solidaria sobre el mundo y sus moradores. Ciertamente, de  este amor nace una profunda reflexión sobre la vida. Julio es también poeta de la naturaleza, en ella vive y ella le duele, mas no la naturaleza muerta, sino habitada, es decir paisaje con figuras. Y esta postura ante vida y naturaleza no puede ser más auténtica.”

                                                                 Juan Carlos Rodríguez Búrdalo

 

“Admiro su perfección formal y me conforto con su contenido porque proclama temas, problemas, esperanzas  y rebeldías de nuestro entorno, de lo que somos y dejamos de ser las personas. Leyéndolo, escuchándolo se puede pensar, reír, llorar y poner en claro la ebullición interna de nosotros. En este tiempo de ira, de la ignorancia, de los egoísmos canallescos, de la pérdida de valores, la poesía de Julio es un puñado de palabras que deja siempre un halo de esperanza.Es, en esencia, una poesía moral y profundamente hermosa.

Ana María Romero Yebra 

 

 “Íbamos a despedir el 84 en Torrevieja...., José Lupiañez, Antonio Enríque..., y de repente un pequeño pueblo llamado Chirivel. Allí vivía Julio Alfredo... Aunque no nos habíamos anunciado decidimos hacerle una visita. Con el corazón llegamos y con el corazón fuimos acogidos por el poeta... Y hablamos al amor de la lumbre... Cuando continuamos nuestra marcha algo se había quedado para siempre allá, junto al poeta bondadoso de mirada límpia. El hombre es la obra. ¡Cuántas veces después, leyendo sus poemas hemos evocado aquel entrañable encuentro navideño! ¡Y qué gozo reencontrarse acá y allá en una lectura poética o en un congreso, y sentir que la cordialidad y el cariño fluía de él hacia nosotros como de  nosotros hacia él la cordialidad y el afecto.” 

                                                               Fernando de Villena

 

“Personalmente conocí  a Julio Alfredo Egea, en el otoño de 1977 en Almería, en una “Tertulia Indaliana” que presidía el inefable Jesús de Perceval. Era la presentación y lectura anunciada de su último libro, Bloque Quinto”. Me estremeció ese día la voz cálida y los versos hondos de Julio navegando por la quimera de la desolación de la tierra, la trágica armonía de un mundo de cemento, “Réquiem por una tierra signada por neumáticos...Había anochecido y el salón concurridísimo estaba agrio de amarillos y de lámparas... Hay en Julio un lirismo conmovedor, un palpar soterrado y telúrico, un mundo colmado de emociones  y sobresaltos, un corazón rico y fecundo...”

                                                                                 José Asenjo Sedano

 

“Hay un mundo de Julio Alfredo Egea, original y único, que sólo aparece reflejado en los periódicos. Queda constancia, como un retrato peculiar, una visión que podría resultar inédita por lo cercana que resulta la cotidiana trayectoria del escritor observado por el periodista... Los recortes de prensa donde permanece el nombre de julio Alfredo Egea , a pesar del lento envejecer del papel, proclaman con respeto y emoción su imagen desde este refugio para la resistencia, desde un periodismo de la interpretación como un símbolo de esta zona liberada que sobrevive con orgullo: un buen territorio para los poetas observados.

                                                Miguel Ángel Blanco

 

En cada uno de sus libros sus versos planean gravitando sobre los ámbitos del ser y la vida. Posiblemente el impulso primordial de su poesía es la esperanza. Toda la obra de Julio Alfredo asciende hasta una órbita emocional embriagada de humanidad y solidaridad, constituyéndose en un canto profundo y decidido de la naturaleza, lo que nos induce a pensar en la posibilidad de que su obra haya sido de las pioneras de las nuevas tendencias de carácter ecologista, preocupadas por nuestro entorno natural, en pro de una cultura  de la paz  y de los valores ecológicos.... Estamos sin duda, ante un gran poeta al que  por justicia, hemos de honrar con nuestros mejores elogios y también con nuestra mejor gratitud.

                                               José María Molina Caballero           

 

“Pertenece Egea a la generación de los 50; una generación rica y generosa de nombres que algunos  -ya ignorantes, ya malévolos- pretenden reducir a la media docena de siempre, incurriendo en la más injusta de las actitudes. Egea maneja un verso libre de muy buen porte, dúctil y vigoroso, que alcanza en este último libro, “Los Regresos”, uno de sus mejores momentos. Según el autor, justifican la agrupación de poemas de este libro ciertos elementos comunes, como el uso de la ironía y el humor, las memorias de infancia y juventud, las experiencias oníricas y la diversidad de paisajes y climas geográficos que van desde Broadway, pasando por Paris, Londres, Venecia, Fez, Lisboa, Estambul o Lanzarote.... Desfilan por este libro la sombra de Federico, el escarabajo de Kafka, la barba de alfalfa de Whitman, los cuervos londinenses, los fantasmales carruajes lisboetas, las mortales góndolas venecianas.... Y la tierra matriz del poeta, sus entrañados rincones.

                                                 Carlos Murciano

 

 

“Lo que queda, finalmente, es una voz generosa, dilatada, verbalista, suelta en su dicción, que mana siempre ex abundantia cordis, entrañable en sus temas, arraigada en la existencia de sus caras y sus cruces, indiscutiblemente humana.

                                                Ángel L. Prieto de Paula

                                                

“Voz, palabra verdadera, evocación de los sentidos, búsqueda intensa en constante proceso de comunicación, con esa musicalidad interna en cada estrofa que nos acerca a un intenso proceso de reflexión: la capacidad de emocionarnos; versos moldeados con la arcilla del tiempo, de las horas y del trabajo cotidiano.

                                               Pilar Quirosa-Cheyrouze

 

“Creo que la poesía de Julio Alfredo Egea trasciende de lo local y lo regional pero está construida desde lo local y lo regional. He aquí uno de sus valores. Todos tenemos una Rambla en nuestra existencia  de la que no quisiéramos  salir o a la que deseamos volver precisamente cuando nos cansamos de tantas vivencias externas a nosotros. Me parece que en la vida de J.A.Egea se observa esta dinámica que acabo de indicar.

                                               Ramón Reig

 

 

 

 

 

 

 

Página Oficial del Poeta

Julio Alfredo Egea

www.julioalfredoegea.com