POESIA COMPLETA Volumen 1.

Julio Alfredo Egea

Editado por el Instituto de Estudios Almerienses. 

Estudio preliminar: Francisco Jiménez Martínez

Coordinación editorial: José Domingo Lentisco Puche.

Recuperación de textos (OCR): Ginés Reche Reche.

Poeta

 

POETA

                    

      Primero fue la palabra juguetona y niña que saltaba a la comba en las placetas, el natural brote de una  naciente melancolía, el relato de un júbilo... Pronto sentí establecido por mis interiores un altar con arpas del que iba a ser tañedor y oficiante. ¡Qué temblor sagrado en la entrega de la palabra en un intento de comuniones del sentimiento!

          Nacía como una niebla la humildad de saberse elegido….¿castigo o privilegio?  Confiaba en anidar en mi voz todas las voces, temía al monólogo altivo, a la deificación de la pirueta.  Portador de un fruto candente y mágico que traería soledad en la hora de los repartos, en áspero paisaje circulado en guarismos. Incierto el porvenir del corazón y sus desvelos.

      La madre siempre en espionaje lúcido, gozosa y triste , anunciadora, en profecías del sufrimiento.

 

            Descubrí la palabra por mi madre: poeta.

            El desastre era cierto:

            me cercarían curiosos decenas de contables,

            miraría a las muchachas levitando en la sombra,

            los amigos dirían: no es el tiempo propicio...,

            ni mis gentes más íntimas entenderían mi idioma.

            Cuando un dolor sentía era el parto de un verso.         

            Nunca tuve amoríos con la luna y la rosa

            aunque en los plenilunios de ciertas primaveras

            deseché aquella idea

            de creer un espejismo tan sólo a la belleza.

 

            ¿Dónde, cuándo, por qué, para qué...?

                                    Imposible

            contestar las preguntas.

            Era un ciego cantando a la puerta de un templo.

            Mi bandera era sólo la camisa sudada

            del vecino de enfrente.

 

                 Pero de pronto un día llega un ser que ha ejercido

            la humildad y ha tomado para sí mi palabra

            y respira a mi lado y brinda con mi aliento

            y deslía versos míos para hacerse un vendaje,

            ganándome el paraíso del verbo compartido.

 

 

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Julio Alfredo Egea

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