DESDE ALBORÁN NAVEGO.

Julio Alfredo Egea

Colección "Melibea". Talavera de la Reina. Toledo, 2003

I

II

VII

XXXIX         

 

I

Se suceden los versos y las olas.

La vida en cabotaje

leva ancla de la tierra

en donde encontré un día

la única flor alzada por corales

rojos, cuando al crepúsculo

santiguaban gaviotas.

No puede la belleza

ser perenne vendaje de la muerte.

quiero huir de las rutas

con finales de tumba solitaria.

Desde Alborán navego.

 

II

 

Así como una luz que se retira

y vuelve y barre

y su esplendor pequeño

dona a la noche y de repente queda

como un ojo sin párpado, perdido

del cuerpo al cual sirvió, mas conservando

la claridad acumulada

en el largo vivir...

Como el faro que llama, igual que el faro

consejero nocturno, guiño consolador;

como simiente

de auroras ya perdidas, con oficio

en humildad de estrella descielada

que cambió su grandeza por el gozo

humano de servir...

Así quiero mis voces interiores,

proletarias, capaces

tal vez de convocar naves perdidas,

extenuadas gaviotas

hasta el brazo feliz de la bahía,

amarre o posadero

hasta que el sol despierte...

Como el faro quisiera, como el faro

concitando crepúsculos

antes de que el Farero decida los desguaces y pueda

libre mi luz quedarse repartida

desde la estrella rota

en espejos... Quisiera

la humildad de mi voz en equipaje

de un navegante ciego.

 

 VII

 Si encuentras a un buhonero

que en su mochila lleva tan sólo madreselvas,

ése soy yo.

 

 Si encuentras a un arriero

que al abrir los costales

se le escapó hecha luz la mercancía

y se quitó el sombrero

echándose a dormir,

ése soy yo.

 

Si atraviesas un campo de batalla

y aparece un soldado

muerto, con un rosal

brotándole en la herida,

ése soy yo.

 

Tú sólo me conoces sin disfraces,

siguiendo con mi voz el dolor de los otros,

sin llevar un carné en la cartera.

 

 XXXIX

¡Oh, Dios...! ¿estás ahí...? ¿me entiendes, puedes

atenderme un momento?

Nos acosa la niebla y no encontramos

a veces la rendija

por donde alzar el brazo  y las banderas

desplegar, por si atiendes...,

vigilas nuestro guiño de señales

anulando silencio.

Por tus ecos

saldríamos a la luz y la tremenda

cremallera de siglos

podríamos descorrer, y quizá puede

no ser un juego tu escondite porque

no exista el tiempo, lo inventamos cuando

distanciamos la herida

de su postrera cicatriz y el pasmo

 instaló en el taller de los relojes

la imposible medida de la espera.

 Puede crecer un niño dentro de un suspiro

o el pájaro nacer después del canto,

y ser sólo ilusión

este bucear del alma entre la bruma.

 

Volvemos a la mar de nuevo, sigue

el guiño de la estrella en el misterio

del infinito umbral de las galaxias.

Hacemos una espera en cada isla

después de la borrasca,

esperando las nuevas profecías

que traen los desamparos.

Puede acaso

surgir un yate azul con banderolas

y música de tango para el baile.

 

 

 

 

 

Página Oficial del Poeta

Julio Alfredo Egea

www.julioalfredoegea.com