DESDE ALBORÁN NAVEGO. Julio Alfredo Egea Colección "Melibea". Talavera de la Reina. Toledo, 2003 |
Se suceden los versos y las olas.
La vida en cabotaje
leva ancla de la tierra
en donde encontré un día
la única flor alzada por corales
rojos, cuando al crepúsculo
santiguaban gaviotas.
No puede la belleza
ser perenne vendaje de la muerte.
quiero huir de las rutas
con finales de tumba solitaria.
Desde Alborán navego.
Así como una luz que se retira
y vuelve y barre
y su esplendor pequeño
dona a la noche y de repente queda
como un ojo sin párpado, perdido
del cuerpo al cual sirvió, mas conservando
la claridad acumulada
en el largo vivir...
Como el faro que llama, igual que el faro
consejero nocturno, guiño consolador;
como simiente
de auroras ya perdidas, con oficio
en humildad de estrella descielada
que cambió su grandeza por el gozo
humano de servir...
Así quiero mis voces interiores,
proletarias, capaces
tal vez de convocar naves perdidas,
extenuadas gaviotas
hasta el brazo feliz de la bahía,
amarre o posadero
hasta que el sol despierte...
Como el faro quisiera, como el faro
concitando crepúsculos
antes de que el Farero decida los desguaces y pueda
libre mi luz quedarse repartida
desde la estrella rota
en espejos... Quisiera
la humildad de mi voz en equipaje
de un navegante ciego.
Si encuentras a un buhonero
que en su mochila lleva tan sólo madreselvas,
ése soy yo.
Si encuentras a un arriero
que al abrir los costales
se le escapó hecha luz la mercancía
y se quitó el sombrero
echándose a dormir,
ése soy yo.
Si atraviesas un campo de batalla
y aparece un soldado
muerto, con un rosal
brotándole en la herida,
ése soy yo.
Tú sólo me conoces sin disfraces,
siguiendo con mi voz el dolor de los otros,
sin llevar un carné en la cartera.
¡Oh, Dios...! ¿estás ahí...? ¿me entiendes, puedes
atenderme un momento?
Nos acosa la niebla y no encontramos
a veces la rendija
por donde alzar el brazo y las banderas
desplegar, por si atiendes...,
vigilas nuestro guiño de señales
anulando silencio.
Por tus ecos
saldríamos a la luz y la tremenda
cremallera de siglos
podríamos descorrer, y quizá puede
no ser un juego tu escondite porque
no exista el tiempo, lo inventamos cuando
distanciamos la herida
de su postrera cicatriz y el pasmo
instaló en el taller de los relojes
la imposible medida de la espera.
Puede crecer un niño dentro de un suspiro
o el pájaro nacer después del canto,
y ser sólo ilusión
este bucear del alma entre la bruma.
Volvemos a la mar de nuevo, sigue
el guiño de la estrella en el misterio
del infinito umbral de las galaxias.
Hacemos una espera en cada isla
después de la borrasca,
esperando las nuevas profecías
que traen los desamparos.
Puede acaso
surgir un yate azul con banderolas
y música de tango para el baile.
Página Oficial del Poeta
Julio Alfredo Egea