ARQUEOLOGÍA DEL TRINO. Julio Alfredo Egea Colección "Poesía". Instituto de Estudios Almerienses. Excma. Diputación. Almería, 2006 |
Siempre de niño tenía un caballo y lo llevaba a pacer en las rastrojeras de aquella tierra seca, bajo el sol abrasador. La única humedad existente estaba en los ojos de los seres vivos, y las mariposas acudían a beberse las lágrimas de mi caballo.
Volaban mariposas
por el ojo profundo
del caballo, bebían
en un cerco de lágrimas.
Un abanicar leve
con tristezas del párpado,
una humedad de bosque
primario, defendida
cancela de pestañas
entreabriéndose al vuelo
de un tornasol de sedas.
El sol pulverizado,
las chicharras del parto
salpicando la acacia.
Los pequeños afluentes
de la sed confluían
en un suspiro mudo;
las calandrias dormidas
al cobijo del tormo.
Tenía el amor tamaño
de simiente agostada
sobre un sudario de oro.
Funeral de los élitros,
rastrojeras osario.
No hay nada más hermoso que asistir al nacimiento de un bosque, al brotar infantil de los árboles sobre la piel desnuda de la tierra, pensando que en el correr del tiempo, en las singladuras del vivir, cuando nosotros ya no estemos habrá otros hombres bajo la crecida hermosura de esos árboles, continuando el llanto y la canción
Despeinada la tierra
tiene un temblor, y crecen
las nieblas del suspiro.
Germinadoras ubres
multiplican su néctar
cuando la piña es mano
abierta en sus clausuras
y un ensayo de vuelo
presagia la enramada
y los reptiles trazan
su cubil, y se inicia
vereda de luciérnagas.
Fue forestal el ángel
más antiguo, y prepara
sus jornales de lluvia.
Un vientre milagreado
por las venas tenaces
culebreando penumbras,
en vigilias de parto.
Una luna en creciente
presagia la perenne
hermosura del Mundo.
“Qué tu sublime réquiem sea mi tumba”. John Keats
Como el poeta inglés, quisiera tener por sepulcro un canto de ruiseñores. Lo dice en “Ode to nightingale: “To thy high réquiem become a sod”. No creo en una vida sobrenatural sin pájaros.
Llegará al fin, como una mies madura
a inclinarse mi ser, y quiero tenga
nidos mi derribada arquitectura.
Dejando un rastro malva en el rocío...,
morir como una flor en el crepúsculo,
sintiendo que la rambla se hace río.
Mi voz quede en la niebla y la perfore
en busca de otro prado y otras aves,
porque un trino celeste la enamore.
La tierra en un final de singladura
quiero que abrigue estrellas y semillas,
sienta crecer mi pecho la hermosura.
Cerca de la raíz, pero lejano
del amarillo fósil que cercenan
las últimas guadañas del verano.
Una coral de nuevos ruiseñores
envuelva al corazón, lo haga sonoro
en el último acoso de las flores.
No tiene vocación de cobertera
para la muerte, tierra desvalida,
docta en la nieve y en la primavera.
En otros vientos se abrirán camino...;
creo en la resurrección de las alondras,
en la segura salvación del trino.
Página Oficial del Poeta
Julio Alfredo Egea