SEGUNDA ANTOLOGÍA POÉTICA (1973-1988).

Julio Alfredo Egea

Edición de la Caja Rural. Almeria, 1989

Amorizar

Poesía solidaria, el retorno al origen         

Comentarios de Juan José Ceba

 

Bajo el lema “Amorizar”, tomado del  poema que lleva por título “La partida” del libro “Sala de Espera”, el poeta y crítico Juan José Ceba, escribió un estudio-ensayo sobre el contenido de las obras incluidas en la muestra de esta SEGUNDA ANTOLOGÍA POÉTICA (1973-1988). Lo anotado aquí es una síntesis del  estudio realizado por un  tratadista siempre sabio y sensible ante la labor del autor.

Dentro de esta Antología , al finalizar los poemas elegidos, correspondientes a libros publicados dentro de esa etapa, hay una colección de poemas pertenecientes a un libro en marcha por entonces, “Arqueología del trino”, no publicado como obra independiente, en su totalidad, hasta el 2006. También se recogen varios originales independientes, algunos de los cuales han ido saliendo a lo largo del tiempo, en otros libros del autor.

 

 

AMORIZAR 

 

En la obra poética de Julio Alfredo Egea no hay un solo verso gratuito. Su  belleza responde a la necesidad de un mundo humanizado en donde convivan, prolongándose, la tierra y el espíritu.

En este sentimiento confluye toda su poesía, o de él se nutre. Sólo un acto de amor puede salvarnos, ha dejado grabado en la transparencia del cielo, mensaje repetido a lo largo del tiempo, en el que el poeta ha profundizado en cada uno de sus libros y ha generado ámbitos para la esperanza más alta. Cada verso, cada nueva obra, cada impulso del poeta en el alba fluyen de ese acto de amor. A él se entrega con pasión y locura de vuelo. A él se arropa con valentía en el alma, sabio de luces, con palabras de llama. Empuña ascuas, y las palomas o las palabras, planean, incandescentes leves, sin peso, buscando el territorio donde morir de amor, “buscando pistas, hombros desvalidos” donde posarse, en donde amorizar.

 

Un verbo tan hermoso, síntesis de la vida, por tanto de la obra, de la verdad de este hombre-pradera, se ha ido gestando lentamente a lo largo de sus años de entrega. Luego brotó, fluyó, con la desnuda naturalidad de un fruto ya maduro, con la dermis y el corazón cuajado de crepúsculos.

Amorizar: Acto de amor del hombre en vuelo; descender con amor, como planeando, como plumoncillo, buscando el alma o el circulo deshabitado de la pobreza.

Si aterrizar o amerizar, sus parientes más próximos, son aún verbos con peso, con lastre, amorizar, al ser acción del alma o la paloma  -poesía en el aire, alas místicas, espíritu de llama-, asciende y contagia de ríos cuanto toca. Esconde o acuna el verbo morir, para forzar la idea del descendimiento leve, en amor extremo, en muerte de amor sobre los seres y las cosas.

Es un hallazgo místico. Y sólo le encontramos una expresión análoga en San Juan de la Cruz: “Cuando tú me mirabas / su gracia en mi tus ojos imprimían: / por eso me adamabas.”  Adamar es amar con vehemencia, más que amor.

 

 

POESÍA SOLIDARIA. EL RETORNO AL ORIGEN.

 

La poesía de Julio Alfredo Egea es solidaria con todo lo creado, nada le es ajeno y, cuanto conoce, halla e incluso lo que intuye o tiene atisbos de existencia o posibilidades de existir, recibe su atención, su abrazo y su palabra de campo, que es verdad y llega del fondo limpio de la mirada, del manantial del tiempo. Es reflexión profunda sobre la vida del hombre  - y sus criaturas - sobre la tierra. Los seres mutilados transitan sin cesar por su poesía. El impulso esencial de sus versos es la esperanza, por encima de una realidad cerrada.

Para María Zambrano “...religión, poesía, y hasta esa forma especial de la poesía que es la tragedia son formas de esperanza”.

El poeta busca una civilización apegada a la tierra y a sus respiraciones. Que las cosas recobren la función positiva, creativa, generosa y verdadera, para la que fueron creadas. Se muestra radicalmente contrario a los disfraces, imposiciones, mixtificaciones, fingimientos y falsificaciones. Y aguarda una siega eficaz de sucedáneos.

Con ansia de hermandades, sentida luz de fraternidad, en rebeldía constante, propone salvar y liberar a una humanidad cautiva (se salva y nos salva en el poema) y muestra la deshumanización de manera especial, con marcados relieves en BLOQUE QUINTO.

Va desgranando su hondo sufrimiento por la degradación y la eliminación del campo, del paisaje; el olvido y el odio que padece la Naturaleza, proponiendo en toda su poesía  una vuelta hacia la tierra, a lo primigenio.

Precisamente su diálogo de civilizaciones, sobre el que me extiendo más adelante, es un intento de comprensión del mundo, que, surge desde el campo, desde lo rural, para rescatar los valores fundidos al espíritu libre.

En “El porvenir de la prehistoria” Nelly Schnaith dice de manera esclarecedora, sobre el retorno a los orígenes: “Una cultura racionalista que ha desgastado la vitalidad de sus razones sucumbe ante aquella rebeldía prehistórica que azuza una insatisfacción histórica. El sueño occidental de una sociedad omnitecnológica ofrece la dudosa solvencia de un paraíso de plástico.”

Al preguntar sobre el sentido de esa vuelta al origen, la escritora responde con la insatisfacción que produce el presente y la insolvencia hacia la que camina el futuro. Por tanto, “La utopía no es un lugar a alcanzar, es un motor a utilizar”,que es el que mueve el poeta, con toda su pureza de niño sorprendido y vulnerado, desde sus dominios de Chirivel.

 

 

Hagamos una incursión por cada uno de los libros reunidos en esta SEGUNDA ANTOLOGÍA POÉTICA (1973-1988),

 

De CARTAS Y NOTICIAS han pasado a esta Antología tan sólo dos poemas con la emoción y el escalofrío humano de América: uno dedicado a Juana de Ibarbourou – con la que mantuvo correspondencia el poeta, y a quien le sonó la musicalidad de Chirivel a pájaros inexistentes- y el otro, al maestro y bosque plural Rubén Darío. Desde su más íntima verdad enlaza pueblos y expande su jardín intenso de fraternidades, donde pudiera resonar el alma del nicaragüense con aquellos versos de “Canto de Vida y Esperanza”: “Hermano tú que tienes la luz, dime la mía”.

 

BLOQUE QUINTO nos da una nueva perspectiva de la deshumanización, otra visión crítica de la realidad. Perdido en el caos urbano el hombre ha de florecer  su espíritu con ética, con civilidad, volviendo sus ojos y su ser hacia la tierra. Va más allá de la propuesta tradicional, y a veces empobrecida de “menosprecio de corte y alabanza de aldea”, que en absoluto es el resorte que le mueve.

Julio va en busca de un mundo posible, por vivido y respirado, y, sobre todo en busca de un impulso permanente, que alce al hombre. Es otra civilización que suelta por los aires, que afirma  -incendiaria- y se muestra con su esplendor total, en absurdo contraste con una realidad irreal: el horror de los ruidos, “la tierra signada por neumáticos”, la “gran conjura de las hormigoneras”, el campo y el paisaje aplastados con el avance de la ciudad monstruosa  -bosque tentacular- , el pájaro equivocado buscando inútilmente su enramada: “El labrador lloraba con su casco amarillo / cuando en cada crepúsculo se equivocaba el pájaro”. El juego y la ironía –que recuerda la burla que hace de las siglas el gran Dámaso Alonso- ante la invasión de los números. “A aquel hombre caído también le han numerado la cabeza”.             

El campesino desarraigado por los suyos, que va perdiendo todo lo que le unía al campo. La prisa y la fría costumbre de la muerte. El descarnado desamor con que se ignora al hombre derribado. A ese cerco insensible va proponiendo vías de salida, islas de reposo, de esperanza: “Un hombre regresaba en un caballo./ Era posible el ángel todavía.”

Recuerdo muy bien el primer poema que leí de Julio, que me dejó sobrecogido, terminaba diciendo “ Y me duele en el alma que se vendan las rosas”. Era yo casi un niño que empezaba a escribir y aquel poema libre dio un vuelco en mi concepción de la poesía, me descubrió no sólo una técnica nueva, sino una nueva sensibilidad, una nueva manera de amor hacia las cosas.

 La vacuidad del vivir cada día rozando a penas la superficie de las cosas. La ambición imparable, la feroz conjugación del verbo único: tener. La irónica salida, tabla de salvación. Y la muerte del ángel que amorizaba, liberador, entre las calles del laberinto urbano: “Un ángel pasa conjugando verbos: -ser, dar, amar-   / se indignan los transeúntes / y quieren regalarle barbitúricos. / Le matan el aliento iluminado, / -hay un montón de luz en el asfalto- / y barren su plumón hasta el cimiento”.

 “Arde en pequeñas guerras la gran ciudad,/ los diarios no dicen nada, luchas lejanísimas, / discursos complacientes...   Las pequeñas guerras, por todas partes van minando y socavando la ciudad. Gestos insolidarios, guerras sordas, no visibles por muchos, de tan claras y nítidas.

Si BLOQUE QUINTO es la denuncia, ARQUEOLOGÍA DEL TRINO es la memoria de cantos recobrada, la jugosa esperanza. No son libros opuestos, más bien complementarios, como el negativo y el positivo de una misma idea o de un mismo impulso.

SALA DE ESPERA es un poemario traspasado de vigor, en el que el poeta en conversación cotidiana, habla a Dios, amigo íntimo y cercano y clama por una humanidad en primavera. Es, esencialmente otro libro que aborda la marginación y la deshumanización desde una perspectiva religiosa, desde el fondo de su humana y terrea espiritualidad.. Aborda la necesidad de un nuevo nacimiento de Cristo, en el paisaje urbano y caótico de hoy. Se dan, como entonces, circunstancias posibles y adversas: “Se suceden herodes, malabaristas, brujos, adivinos...”  

El poema “La partida” es un singular juego de naipes entre Cristo y el poeta-niño, desbordante de imaginación y originalidad. Nos presenta a un Cristo familiar y próximo, envuelto en el aire cotidiano. Partida en que ambos ganan una nómina completa de entregas y encendidos lirismos. Se cierra con dos versos deliciosos: “Un as de amor decide la partida. / Siento la eternidad de haber perdido”.

Es una poesía llena de valentía, de arrojo. La voz en total desnudez, trasparencia completa, con el coraje agónico. Dios de los pobres y los desolados a la luz de la llamada  Teología de la Liberación”. A veces cruza por estos versos, la sombra adusta y nivea  de Miguel de Unamuno.

 Constante amorizar en que el poeta responde con auroras y rompe los venablos gracias a su valiente andar resuelto en vuelo.

En LOS REGRESOS lo primero que salta al alma es el tigre de un lenguaje nuevo. Sus componentes son: la ironía, el humor del poeta que hasta ahora no había trascendido, iluminando a su poesía como una magnífica vena que encuentra giros insospechados de gracia y lirismo; los sueños, los ensueños como continuidad del trabajo imaginativo durante la vigilia, con sus crecientes imágenes divertidas, originales, heterodoxas y pretendidamente disparatadas. El tiempo, que es una de sus constantes preocupaciones no sufre una delimitación precisa en varios poemas del libro. Hay una especie de movimiento de ojo cinematográfico que mezcla tiempos distintos, o hace saltar, en ocasiones, espacios alejados. En cada línea fluvial del verso nos asalta la sorpresa. El resultado es un nuevo surrealismo de lo cotidiano, donde las ráfagas de imágenes se hacen naturales, pierden trascendencia o patetismo, para acercarlas al lector.

 El libro es un diálogo de civilizaciones, y ese movimiento universalista se agranda gracias al espíritu viajero del escritor, repartido por continentes y círculos de amigos que prolongan la vida y la alegría. Conocer es para él interiorizar, comprender, retener los detalles, disolverse en el paisaje geográfico y humano, tomar posesión espiritual de cada territorio, de cada maravilla, perderse por la selva o la pampa infinita, en el gozoso descubrimiento de pájaros insólitos.

  En ese continuado diálogo de civilizaciones, destaca una honda, desgarrada y auténtica nostalgia andaluza que se trasluce en los poemas dedicados al mundo árabe y a los sefarditas. Estoy convencido que los viajes han enriquecido, han dado a su poesía y a su vida una nueva dimensión: la han abierto, y universalizado más. Y su propuesta de fraternidad ha encontrado los caudalosos ríos del diálogo en espera, desde un tiempo de acechos.

LOS REGRESOS es un libro distinto. Hay un esfuerzo, una lucha para dar con un lenguaje más acorde con el tiempo del poeta. Y ese nuevo lenguaje descubre una epi-lírica intensa, y lo que es casi inédito en nuestra historia literaria, con unos rasgos de gracia y humor, con una capacidad insólita de reírse y de tomar en serio a la vez lo que circula por dentro de su avenida con ecos. Me pregunto si ese humor  -que no sátira al estilo de Quevedo- , esas gotas de ironía , no encierran un sufrimiento profundo, cierta desconocida decepción, nihilismo o desesperación oculta. ¿Es impotencia ante la muerte? ¿Imposibilidad de cambiar el mundo o el curso de la vida cuando salpican sombrar angustiosas? En conversación íntima el poeta ha confirmado mi sospecha: la ironía nace del escepticismo y hace su aparición más palpable  -como ya he hecho notar-  en este libro, en que el diálogo recorre la historia, los países, y comprende e interioriza a todos los seres del planeta. Un precioso diálogo de civilizaciones, de generaciones, con la sinceridad, la hondura, el amor, el humor, el juego y la cotidianidad de este poeta intenso de la Generación del 50.

En ARQUEOLOGÍA DEL TRINO que es amplio adelanto de un libro en marcha, para esta Antología, no publicado aún como obra independiente, Julio se muestra como poeta andariego, permanentemente enlazado al campo y la montaña: el amanecer le sorprende en la sierra, el crepúsculo le retiene en el pinar incendiado de pájaros. Cazador, como los velezanos milenarios, trae después perdices y lavandas, liebres y romeros.

No penséis que puedo respirar en un viento sin pájaros, ha dicho, y ese verso es su verdad personal de más relieve.  Tras largo tiempo de demora, en que el dolor le fue empujando contra el hombre herido, al fin trae al verso su memoria exultante y su presente en unidad con la Naturaleza. Alzada ya su voz como un canto sinfónico en que triunfan los bosques o las islas de pájaros, los restos de un sueño-enredadera no vencido. Merece la pena transcribir su propia visión , en estos párrafos: “ Los pájaros pueden ser el símbolo de lo que significa la Naturaleza en mi poesía. La Naturaleza no como tema en sí sino como entorno necesario para un vivir y un respirar. Cuando me he retirado de ella, sumergiéndome en otros entornos inventados por el hombre he tenido que volver con síntomas de asfixia en un encuentro urgente. Al igual que la Naturaleza está en mi vida está en mi poesía, es asidero, apoyadura a veces, a la par protagonista y decorado, maravilla en oficio cobijador, imprescindible e irrenunciable elemento”.      

Está escrito embriagado de gozos, aunque cruzan memoria de dolores: la sequía, con las insólitas y bellísimas imágenes de las mariposas bebiéndose las lágrimas del caballo del poeta-niño ; la extinción de los pájaros o las flores, el sufrimiento del campo cuando muere un árbol, el avance del  desierto...

Si toda poesía es biografía este es un libro de impactos y emociones que nutrieron su vida, y que guardó el poeta en recipientes cálidos, en odres de crepúsculo, alimentando el alma.

 

Leve plumoncillo de nieve desciende ya sin peso, puro espíritu, y amoriza sobre la dura sequedad de las arenas, en el sombrío paisaje interior de los hombres, para esparcir, emocionado, pleno de humanidad, un bosque-niño, un mundo diferente, posible, sí, por claro, por paraíso y gesto entresoñado en otros montes y criaturas.

El sueño del poeta, repartido en versos, tendrá en el alba su florecimiento.

 

                                                               Juan José Ceba

                                               Almería, Septiembre, 1988

 

 

 

 

 

 

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Julio Alfredo Egea

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